Ciudad Juárez, Chih.- La histórica avenida 16 de Septiembre se ha convertido en el principal punto de encuentro de migrantes que a diario llegan en multitudes hasta ese punto fronterizo con la intención de cruzar al otro lado. El sueño americano, lo llaman.
Cientos viajan como polizones a bordo de La Bestia –el tren de carga–una de cuyas estaciones está muy cerca del centro de Juárez y saben, por dichos de anteriores viajeros que se van propagando en una versión digitalizada de los antiguos heraldos –ya no de boca en boca, sino de WhatsApp en WhatsApp–, que la plaza central es un espacio para encontrar a otros migrantes, contactos, consejos, alguna oportunidad laboral y, siendo discretos, al coyote que los pueda “brincar”.
Han recorrido miles de kilómetros desde sus naciones, aunque por estos días principalmente se ve a venezolanos. Tienen claro que desde este emblemático punto de la geografía juarense –en el que se erige la catedral– apenas mil 500 metros los separan de su meta final.
A esa distancia se alza el Puente Internacional Paso del Norte, que conecta a Juárez con El Paso, Texas, y aunque parece un trecho mínimo ante la larga travesía vivida, están conscientes de que probablemente es “el más largo” por las dificultades que implicará “el brinco” al otro lado, ya sea por la vía del asilo o de forma irregular.
En semanas recientes se ha dado una ola de migración venezolana a esta ciudad debido, en parte, a que desde ciertos puntos de México pueden realizar el trámite a través de la app CBP One, que desde enero puso en operación la Casa Blanca para las solicitudes de asilo de venezolanos, cubanos, haitianos y nicaragüenses. Una opción distinta al proceso en línea que se tiene que hacer desde sus naciones de origen.
Sin embargo, muchos denuncian que el proceso es tortuoso, complicado y burocrático pese a ser digital, pues la aplicación es lenta y suele “caerse” por la sobresaturación, ya que sólo hay entre 700 y 800 citas al día a lo largo de todos los puentes fronterizos y, de acuerdo con cifras del gobierno municipal, tan sólo en esta urbe se estima que en las últimas semanas han llegado 10 mil de Venezuela.
A Alex le tomó 21 días la travesía desde aquella nación hasta esta ciudad fronteriza. Junto con varios paisanos enfrentó grandes riesgos. Uno extremo fue atravesar la selva del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá. Aunque confiesa que la mayor frustración la sintió en la ruta migratoria por México, sobre todo por las extorsiones y robos de personal migratorio o la policía mexicana. “Te pueden quitar de 300 a 600 pesos, y a veces todo, con tal de no llevarte a migración”.
Entraron a suelo mexicano como la gran mayoría, por Tapachula, Chiapas. Como pudieron se desplazaron hasta la Ciudad de México. Hace unos días se subieron a La Bestia en Huehuetoca, al norte de la capital. Los heraldos han revelado a los migrantes que este sitio es idóneo para abordar el tren con rumbo al norte. En Torreón tomaron otro convoy hacia Chihuahua y, desde ahí se montaron a uno más para finalmente llegar a Juárez. “Bajamos como 600 personas”.
El embarque clandestino es la forma más rápida y, en teoría, gratuita –salvo por las extorsiones o crímenes de la delincuencia–, para atravesar territorio mexicano hasta la frontera con Estados Unidos. El traslado en autobuses de la Ciudad de México a Juárez supera 4 mil pesos. El riesgo es el viaje per se: niños, mujeres y hombres se acomodan en los espacios que hay entre vagones o sobre éstos, enfrentándose al frío o al peligro de caer por el cansancio.
Los cientos de migrantes que a diario arriban a esta histórica ciudad tienen más dudas que certezas. En medio de la plaza, las preguntas son las mismas: “¿conoce de un albergue o alojamiento?”, “¿sabe de un trabajo?”, “¿qué sabe del paso 36?” (una enorme puerta en medio del muro fronterizo a la que los falsos rumores atribuyen que se permite el ingreso a Estados Unidos para solicitar asilo sin necesidad de presentar el trámite en línea), “¿dónde se puede comer barato?”
Los juaranses han advertido a los extranjeros de tener cuidado en esa zona, pues está bajo control de Los Aztecas, uno de los brazos armados del cártel de Juárez. Amén de que muy cerca se ubica el Hotel Verde, lugar donde se dio la explotación sexual de mujeres jóvenes.
Entre la muchedumbre que se da cita en la 16 de Septiembre, la marea de migración venezolana es evidente. Algunos jóvenes de ese país trabajan en esta céntrica zona “jalando” gente a los restaurantes o bares, o convenciendo a los paseantes de cambiarse de compañía telefónica; otros limpian parabrisas en los semáforos o se emplean en estacionamientos públicos.
Los menos se han enterado de los “beneficios” –con salario, seguridad social, transporte, comidas y bonos incluidos– en las maquilas, donde de acuerdo con datos de la asociación del ramo hay en esta ciudad un déficit de 20 mil plazas.
Otros cinco venezolanos llegados apenas la noche anterior buscan angustiados un albergue. En sus cuerpos son evidentes los estragos del largo viacrucis. Un mes y una semana les tomó el trayecto. “Ya todo está atrás, pana. Ahora hacia adelante, no nos queda de otra, la idea es cruzar, como sea. Queremos un futuro mejor”, suelta uno de ellos, en tanto que sus compañeros los corren cuando un par de samaritanos les gritan para picharles unas aguas y paliar el inclemente calor que al medio día ya azota Juárez.